Pierdo el tiempo.

"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos"

Lovers

sábado, 4 de septiembre de 2010

Capítulo 6


Chris la mira con recelo durante el resto de la semana y está segura de que la seguirá mirando así durante mucho tiempo. Parece que no lo quiere aceptar nunca. Ahora ya no volverá a intentar hablar con él ni nada por el estilo. Le da pena que las cosas acaben así pero tiene un límite.
  Ella también se siente especialmente irritada con todo el mundo esos días. A Claudia le gustaría saber por qué pero su amiga no dice ni una palabra al respecto. No le ha contado lo de Andrew, hay algo dentro de sí misma que se lo impide.
  Víctor también la nota extraña. Se pasa mucho tiempo dentro de casa o eso es lo que le ha contado Mateo, que tiene sospechas del por qué de la situación. Ella lee la mayoría del tiempo, más de lo habitual. Mateo se ha metido con la chica en varias ocasiones y no muestra la misma energía.
  Ella cataloga esa fase como un bajón, una mala temporada. Nada más.
•••
  Está ansioso por llegar. Tuerce el volante y pisa el acelerador más de lo que tendría que haber hecho. Se la ha imaginado más de mil veces y aún no sabe qué aspecto tendrá. En la radio suena una de sus canciones favoritas. Siente como si el corazón fuese a salírsele del pecho. Está nervioso y también confuso.
  Mira el reloj de reojo. Es tarde, tendrá suerte si llega a la hora. Acelera un poco más. Todavía se siente más ansioso. Ha recorrido kilómetros y kilómetros sin parar ni siquiera a beber y ahora siente la garganta seca. No ha sido fácil venir; nadie lo comprende.
  Y por fin llega. Debe ser ese edificio, está casi seguro de que no se ha equivocado. Ve bajar por las escaleras a algunos alumnos, pocos. Sí, ha llegado tarde. Le da un golpe al volante y se apresura a salir del coche.
  No reconoce a nadie. Todos llevan uniforme. Ni rastro de ella. Se pregunta si tal vez se habrá cortado el pelo; espera que no, a él siempre le ha encantado cómo lo llevaba. También se pregunta si irá acompañada y un miedo extraño lo recorre.
  Pestañea varias veces y vuelve a buscarla con la mirada.
  Y de pronto la ve. Está seguro de que es ella. No se ha hecho nada en el cabello ni va con nadie. Viste el mismo uniforme que el resto pero en ella se ve muy distinto. Su forma de andar, su espalda, sus piernas. Es ella. Por unos segundos entra en estado de shock para luego salir, reaccionar, casi correr a su encuentro.
  Le roza el brazo al tiempo que susurra su nombre. Su nombre… hace tanto tiempo que no lo dice en voz alta, sólo en su cabeza se repetía una y otra vez. Sonará estúpido pero tocarla en ese momento es como tocar el cielo. Han pasado meses cuando siempre supo que no aguantaría más de un días sin su presencia, si por lo menos hubiese tenido su voz…
  Ella se para en seco. Le parece haber escuchado esa voz pero no es posible. Escucha su propia respiración entre todo el ruido de la calle. Le es inevitable abrir los ojos de forma desmesurada. Se gira muy lentamente y se ven.
  Él por fin ve esos ojos, que se le antojan más bonitos que nunca. A ella le tiemblan las piernas y no es capaz de quitar la mirada de encima de la de él; le parece estar soñando. Él no sabe qué hacer aunque haya ensayado cuarenta mil veces la escena.
-          Tú… - sólo dice la chica, tan bajito que casi no es capaz de escucharla.
  Intenta sonreír porque parece algo asustada aunque puede que sea la impresión. Asiente con la cabeza e intenta hablar:
-          Hola.
  Entonces a ella se le caen los libros de las manos. Sabe que se caerá ella también si no se agarra inmediatamente a algo. No es capaz de definir lo que la recorre pero es algo que no le gusta. Él le aferra el brazo antes de que caiga al suelo con el resto de sus cosas.
  Ella eleva el rostro entre el cabello. A él se le clava esa forma de mirar que jamás ha visto. Recobra el equilibrio y el chico la suelta mas está atento a una próxima pérdida de equilibrio.
  Graciela niega con la cabeza lentamente. No puede estar sucediendo.
-          ¿Qué haces aquí?
  Duda qué contestar pero la verdad se le escapa:
-          Necesitaba verte. Te echo de menos.
  Ella no contesta, ni siquiera mueve los labios, esos labios que muere por besar de nuevo. No hace un movimiento, apenas pestañea. Y así lo contempla durante un minuto, en silencio, cavilando, pensando pero no sabe en qué.
  Otra vez el cabello oscuro y rizado, aquel que imaginó cuando Andrew la llevó a dormir a su casa. Otra vez la piel clara, los ojos mágicos. Otra vez esas manos que la habían conducido a casa tantas veces, que la conocían, que había aferrado cuando caminaban por la calle y hacían ese juego de apostar con cuánta gente se cruzarían. Otra vez su boca, otra vez sus brazos. Le parece volver en el tiempo.
  Le resulta doloroso porque él trae recuerdos irremediables. Le parece tan doloroso como cuando se había ido y lo habían dejado todo. Sí, recuerda la derrota y todo lo que produjo en ella: las lágrimas, los gritos por teléfono, el arrepentimiento, incluso el odio. Recuerda lo que era él, lo que era ella en aquellos tiempos: cómo pasó de ser la más feliz del mundo a que el mundo se derrumbara en sus narices.
  Recuerda las tardes con él y las innumerables charlas, cuánto le gustaba escucharlo hablar. Recuerda la calle, la ciudad, el aire que parecía oler distinto al de este nuevo sitio. Recuerda a sus amigas, que últimamente no paraban de reprocharle que le dedicaba demasiado tiempo a Bruno y muy poco a ellas. Recuerda su casa, su habitación, su perro. Recuerda a sus padres y entonces ese nudo vuelve a formarse, se da cuenta de que ellos no volverán a estar como lo está Bruno delante de ella.
  Se siente impotente. Se siente extraña. Sigue ese dolor con sabor a nostalgia. No se había dado cuenta de todo lo que lo añora hasta ese preciso instante.
  Pero a Bruno ella también le trae recuerdos y no son recuerdos fáciles. Decisiones y decisiones, él no estaba hecho para decidir pero ahora se da cuenta del error que había sido dejarla marchar. Él la necesita, no se había dado cuenta hasta que ella se marchó y lo dejó allí; pretendía olvidarla cuando su aroma todavía se olía en su cama, en toda su ropa. A su mente acuden aquellas imágenes que parecen tan lejanas: ella riendo, abrazándolo, cantando de esa forma particular que a él le parecía encantadora, corriendo y saltando con esa energía que parecía inagotable; era demasiado fácil amarla como para no hacerlo.
  Graciela se acerca a un escalón de la escalera de la escuela y se sienta lentamente. Es él quien recoge los libros del suelo, los posa al lado de la chica y se sienta también.
  La calle parece otra, el viento parece que se mueve de una forma distinta entre su pelo, el aire que respira sabe a… a nostalgia. No sabe a dónde mirar pero no es capaz de enfrentarse a la imagen de él, eso lo tiene claro. Ve al frente y luego esconde el rostro entre las manos; los sentimientos son tantos que no sabe qué sentir.
  Él no entiende, no había previsto nada de lo que está pasando. Ella parece triste, confusa… y él había esperado una sonrisa, un abrazo después de tanto tiempo, encontrar alegría en sus ojos. Le es inevitable pasar el brazo por los hombros de la chica para acercarla pero ella se escurre de forma brusca y es entonces cuando lo ve a los ojos de nuevo, esta vez blandos y con una ternura que parece no querer sentir.
-          ¿Por qué? – le pregunta con esa vocecilla.
  No sabe que decir. La expresión de Bruno cambia, se ablanda ante una mirada como aquella, se le caen las fuerzas y si hubiese estado de pie le habría pasado lo mismo que a ella hace unos minutos.
-          Necesitaba verte – repite. Se siente estúpido.
-          ¿Cómo has sabido dónde estaba?
-          Eso no importa.
  Graciela niega con la cabeza y vuelve a ver al frente. Se echa el pelo hacia atrás e inspira profundamente.
  Bruno lo intenta una vez más: se acerca y coge sutilmente la mano clara de su regazo. Ella no hace nada al principio, luego se echa a llorar; no recordaba lo dulces que eran sus manos.
•••
  Víctor ve salir al hombre del banco, siempre con el traje gris impecable y la corbata en su sitio, metiendo el dinero en la cartera. Es incapaz de no abordarle, preguntando cómo está su hijo, como si todavía no estuviese al día de la discusión. El padre parece reacio a hablar, nunca ha sido un hombre de muchas palabras pero la estrecha relación con Víctor casi le obliga a explicar que ha echado de casa a su hijo.
  A Víctor no le interesa el por qué, lo conoce de sobra, es el mismo problema de siempre, sin embargo, intenta convencerlo, sin que se dé cuenta, de que Andrew es un buen chico, aunque viva al margen de todas las reglas.
•••
  Claudia vuelve a marcar el número de su amiga, que no coge el teléfono. Está impaciente y algo nerviosa, ella no la ha visto en la salida, en ningún momento, pero ha llegado a sus oídos que un chico fue a recogerla… y no era el músico del corvette del 59; esta vez se trataba de uno moreno y alto, que nadie conocía y por el que ella parecía muy afectada.
  Vuelve a intentarlo, en vano. Se pregunta quién será pero ninguna descripción encaja.
•••
  Chris lo ha visto: ese chico moreno y la reacción de ella; aunque no le ha dado tiempo a ver toda la escena sin que uno de sus amigos lo instase a seguir andando.
  No cree que ella se haya dado cuenta de que él estaba allí, parecía estar en una especie de trance desde que el chico moreno le habló.
  No sabe quién es, no tiene ni idea pero tiene que ser alguien importante.
  Saca un pitillo de la cajetilla del bolsillo de sus vaqueros y apoya los codos en el alfeizar de la ventana, pensando.
  De pronto recuerda el encuentro con ese tal Andrew en el supermercado. Lo encontró en el apartado de bebidas; llevaba una cesta de la compra y estaba metiendo algunas latas de cerveza en ella. Se le crispan los nervios de tan solo verle; se habría quedado satisfecho de haberle partido la boca por quitarle a su chica.
  Le da otra calada al cigarrillo y luego sigue pensando en el chico de hoy: ¿qué pasa? ¿Acaso aquel chico también tiene alguna relación de más que amigos con ella? Si es así,  la imagen que tiene de Graciela está cambiando.

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