Pierdo el tiempo.

"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos"

Lovers

jueves, 2 de septiembre de 2010

Capítulo 3

- ¿Lo has llamado?
- ¿A cuál de ellos?
- A cualquiera.
- No, a ninguno.
Claudia la mira de reojo, ella ríe. Es la única que no la presiona, en realidad Chris nunca le ha caído en gracia.
- Creo que Víctor no se equivoca demasiado.
- No bromees con eso.
- Dentro de poco estarás loquita por él.
- Antes muerta.
- Te lo recordaré. Además, conozco esa mirada, es de que algo está naciendo.
No le hace ni caso a su amiga. Le da un trago a su chocolate. Ve a los lados, pensando.
- Había pensado en quedar con Chris, aquí o en cualquier otro sitio. Hoy le he llamado pero no me ha cogido.
- Sabes lo rencoroso que es, todavía le durará el cabreo. Le soltaste que estabas en la cama de otro, por una parte, es normal.
- Que se joda.
•••
Lunes. El lunes tiene algo, se nota en la cara de la gente, o quizá es el aire que sabe distinto al resto de los días. Entra en la cafetería del instituto, todas las mesas están ocupadas. Apoya los libros en la barra. Claudia no hace más que quejarse, despotrica contra alguno de sus compañeros pero ella no le presta mucha atención, se limita a asentir con la cabeza.
Echa una hojeada al ambiente del local, justo después de haber pedido una coca-cola.
- Mira, ahí está Chris. Parece que no quiere ni verte.
Exacto. Aunque ya la ha visto y sabe de sobra que se encuentra allí. Habla con sus amigos en una de las mesas redondas. Ella lo examina con la mirada: el uniforme del instituto, el cabello siempre en su sitio, los ojos intentando no desviarse hacia su dirección.
- Creo que voy a hablar con él.
Coge la botella de coca-cola y se la lleva en la mano. A Claudia no le da tiempo a contestar. Los amigos de Chris le clavan la mirada, él, en cambio, ni se molesta, quiere aparentar que no le interesa. Ella inspira antes de hablar, intentando ordenar las ideas dentro de su cabeza.
- Chris, tenemos que hablar.
- ¿Ahora quieres hablar? – No la mira. Pasa las páginas de un libro que tiene encima de la mesa, que ni siquiera le interesa – Pues bien, empieza.
- A solas.
- Lo que tengas que decir puedes decirlo aquí.
Ella entreabre los labios. Una chica interviene:
- Creo que nosotros no tenemos por qué escuchar lo que quiere decirte – le hace una seña con la cabeza, instándole a que vaya con la chica que lo reclama.
Ella le sonríe levemente, agradeciéndole su ayuda.
Chris se levanta bruscamente, enfadado, haciendo que la mesa tiemble cuando se apoya en ella para echar la silla hacia atrás. Coge la chaqueta marrón, de una marca cara, del respaldo y refunfuña un «vamos fuera» casi ininteligible.
Lo sigue, pensando qué decir, por dónde empezar.
- ¿Y bien? – saca un pitillo de la cajetilla de tabaco y lo enciende, aunque allí no podría estar fumando. Da una calada y clava los ojos marrones en ella, que se siente confusa por un instante - ¿Piensas darme algún tipo de excusa, disculparte, confesarme algo…?
- Creo que esto ya no tiene sentido.
- ¿El qué?
- Lo nuestro. Creo que deberíamos ponerle fin.
Suspira. Le da otra calada al cigarrillo y deja que el humo salga lentamente de su boca. Tiene una mueca de rabia en la cara.
- ¿Cuándo te has dado cuenta? ¿En el momento en el que te metiste en la cama de otro? – nota el tono amargo en su voz, cruel.
- Tal vez si no me hubieses echado de tu casa no hubiese acabado allí.
- ¿Así que ahora soy yo el que tiene la culpa? – está indignado. Abre los brazos, haciendo aspavientos – Genial, ¿y para esto querías hablar?
- Si fuese por ti podría haber dormido debajo de un puente y no importarte hasta la mañana siguiente.
- Entonces, ¿es una especie de venganza?
- ¡No es nada, Chris! – empieza a perder los nervios y eso que tenía pensado controlarse. Bufa. Niega con la cabeza, con desaprobación – Andrew me encontró de camino a casa mientras unos chicos venían detrás de mí diciéndome groserías y no sé con qué intenciones. Dormí en su casa porque no sé si recuerdas que supuestamente tendría que estar en la de Claudia. Mentí por ti y me echaste como un perro. No pasó nada entre Andrew y yo pero piensa lo que te dé la gana.
Ella es capaz de dar varios pasos, con la intención de alejarse, antes de que la aferre por el brazo con fuerza y la obligue a dar media vuelta. La empuja contra la pared. Tira el cigarrillo y la coge por los hombros. Ella aumenta la fuerza de su mirada, si cree que le da miedo, se equivoca.
- Se acabó.
- No me digas. Y suéltame.
Lo hace bruscamente. Entra en el local dando un portazo. Ella se queda mirando por donde se ha marchado. Se pasa una mano por el pelo. Suspira. No se había imaginado que las cosas irían así.
Se queda varios minutos fuera. Piensa en el pasado, en los principios. Parece como si siempre hubiese vivido allí y, sin embargo, unos meses atrás aún desconocía todo. Parece increíble que sólo hayan pasado meses desde que conoció a Chris, por casualidad, por aquella taza de café derramada sin quererlo. Guau, ahora se le hace difícil pensar en volver y lo que será dejar esto algún día.
•••
Llega. No se molesta en apagar la música. Sale del coche y se apoya en él. Es un buen día. Luce gafas de sol y hasta podría quitarse la chaqueta y no tener frío.
Los alumnos bajan las escaleras, algunos solos, otros en parejas, otros solos. Todos llevan uniforme, desde los más pequeños hasta los más mayores. Será difícil distinguirla de las demás, no tiene ningún rasgo físico que se salga de lo común, aunque hay pocas que lleven el pelo tan bonito.
Ella se sobresalta cuando lo ve. Intenta disimular, pero lo hace de pena. Ve a los lados, se pregunta si es a ella a quien espera o a otra. Él ríe para sí mismo y la saluda con la mano para despejar sus dudas.
- Sube – le dice cuando aún los separan varios metros -, tenemos una charla pendiente.
Lo hace sin rechistar, antes de que cualquiera lo vea con él y piensa cosas que no son.
- Vaya, ¿te has cansado de hacerte la rebelde?
- Calla y conduce, idiota.
Sube el volumen de la música, que inunda el coche. Él inspira y arranca, con una sonrisa de suficiencia pintada.
- Entonces, ¿ya has cortado con Chris, no?
- ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
- Verás, tengo mis contactos.
Ella se gira en el asiento y lo mira con el ceño fruncido. Sigue sonriendo y no aparta la mirada de la carretera pero sabe de sobra la cara que estará poniendo la chica.
- No me mires así, encanto.
- ¿Encanto? – La desconcierta. Intenta poner su mayor cara de asco pero sólo logra una mueca extraña. Cambia de tema – Sí, he roto con él, ¿contento?
- Oye, no sé si lo sabes, pero no tenía ningún interés especial en que lo hicieras, es más, me es bastante indiferente. Aunque, mirándolo por el lado bueno, ya tienes vía libre para ir a por mí.
- ¿A POR TI?
- Oh, venga, no disimules.
- ¡No disimulo! Creo que estás bastante confundido respecto a mis gustos.
- Mmmm… - la mira un instante, luego vuelve a fijarse en la carretera – me parece que eres una de esas que les gusta hacerse las difíciles.
- Estás mal de la cabeza – se refunfuña y se hunde en el asiento, cruzándose de brazos.
- Cuando te enfadas eres de verdad encantadora.
•••
- ¿Cómo van las cosas con Andrew? – pregunta Lidia, distraída.
- Ya le he dicho a Víctor que no hay nada entre nosotros.
- ¿Fue algo de una noche, entonces?
- ¡No, en absoluto! – se horroriza. No quiere hablar de esos temas con ella y le sorprende la serenidad con que los aborda – Ni esa noche ni ninguna otra pasó nada. Es todo una equivocación, simplemente nos quedamos dormidos.
- En ese caso, no tiene sentido que pregunte por vosotros como pareja.
Por fin alguien que la cree. La diferencia entre Lidia y su marido es que ella deja que hable y él vive de lo que imagina, sin dar oportunidad a explicaciones.
- De todas formas – añade -, hacéis una bonita pareja. Él es un buen chico aunque siempre ha ido paralelo a las reglas, se habría ido por un mal camino si llega a ser otro, pero es demasiado inteligente como para echarse a perder.
No sabe muy bien qué decir. No duda que lo que diga Lidia sea cierto. Lo único en lo que discrepa es en que hagan buena pareja. Andrew es muy distinto, tanto a ella como al resto, no sólo parece vivir paralelo a las normas, sino también a todo lo demás. A veces piensa que le gustaría saber mucho más de él de lo que sabe, si hay un porqué de esa forma de actuar o es solamente que se muestra tal y como es.
Mateo baja las escaleras y se planta al lado de su madre. Lleva una chaqueta de cuero que le da pinta duro y en el bolsillo de los vaqueros una cajetilla de tabaco que no se esfuerza en ocultar.
- Me voy, no sé a qué hora volveré.
- Estarás aquí a la hora de cenar.
- Pero, mamá…
- Todavía estamos en la semana y ya sabes lo que ello implica.
Su intento de aparentar se va por el retrete. Camina hacia la puerta, sin decir nada, con ese andar en el que parece ir de lado a lado, con el ceño fruncido y deseando tener libertad absoluta, aunque casi la tenga ya.

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