Pierdo el tiempo.

"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos"

Lovers

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Capítulo 2







No para de darle vueltas. Está muy indecisa, aunque todavía no sabe bien qué es lo quiere decirle o que pase. Solo hay una cosa de la que está segura: no lo quiere. Querer es algo muy grande y ella lo sabe, querer es algo que te llena el corazón de otra forma, pero que no lo quiera no significa que no le guarde cariño.
  Chris siempre ha sido bueno con ella, desde el día que la conoció, había sido el primero en tenderle la mano, en confiar en ella, aunque no había resultado muy difícil hacerse un hueco en este sitio.
  Fueron amigos al principio, luego comenzó. Casi no se había dado cuenta. La nostalgia estuvo más presente que nunca y era incapaz de no hacer comparaciones entre Chris y aquel que se había rendido en el punto más crítico, justo cuando más lo necesitaba.
  A pesar de todo, no podría que aún hoy él es historia. Él ha sido tal vez la parte más importante de su vida, antes de que empezase de cero en este lugar, antes de que sea la que es en esos momentos. Es todo lo que él ha dejado, lo que ha forjado. Él es el principio y el final de una etapa, pero sobre todo, el principio de lo que de verdad es la vida. Fue él quien le enseñó lo que era vivir por y para una persona, reír y llorar por la causa de otro antes que por la propia. Lo echa de menos, es imposible negarlo, como también es imposible negar que mil veces ha imaginado lo que sería su vida si se hubiese quedado a su lado, como le pidió. Mas lo hecho, hecho está y no hay más vuelta de hoja.
  Suelta el teléfono, hablará con Chris más tarde. El nudo en la garganta no la deja pensar con claridad ni tampoco hablar con alguien que no sea ella misma.
•••
-          Miguel, deja de hacer ruido con ese trasto, por favor.
  El niño la mira con la boca abierta. Ella intenta sonreír, aunque está de bastante mal humor. Debería haberle dicho a Lidia que hoy no era un buen día para quedarse con los niños, necesita estudiar. Intenta volver a concentrarse en los libros.
  Sara corretea de un lado a otro con su muñeca en la mano, por lo menos no arma un escándalo como hace su hermano, que parece que no quiere dejar de darle al botón del mando que hace que el coche teledirigido haga un ruido espantoso.
  Resopla de nuevo. El hermano mayor de los críos también podría quedarse de vez en cuando con ellos, pero no.
-          Venid aquí un momento – les llama, intentando mantener la calma, nunca le han gustado los niños -. ¿Por qué no vais a la habitación a jugar? Necesito silencio.
  Sara pone cara de pena. Miguel se enfurruña, le encanta hacer ruido, o quizás molestar.
-          Por favor – suplica la chica – y después de cenar os prometo que veremos la peli que queráis.
-          ¡Bien! – gritan al unísono. Medio segundo después ya están corriendo escaleras arriba.
  Vuelve a la lección. Por lo menos ahora será capaz de memorizar algo.
  Suena el timbre, lo que faltaba. Se levanta a abrir, preguntándose quién será.
-          ¿Qué haces tú aquí? – escupe, con los ojos muy abiertos.
-          Quería saber de ti. ¿Has cortado ya con el capullo? – se abre paso apartándole el brazo del marco de la puerta. Ni siquiera pide permiso, entra como si fuese su propia casa. Las manos en los bolsillos de los vaqueros desgastados y ese andar característico.
-          Todavía es mi novio y, además, ¿qué te importa?
-          Curiosidad – se encoje de hombros. Se deja caer en el sofá sin ninguna delicadeza -. Piensas cortar con él, ¿no?
  Ella está de espaldas a él. Se apoya en la encimera. Hace una mueca extraña, aunque más extraña es la sensación que la recorre.
-          Sí – suena frío y seco.
  Silencio. Andrew nota que le incomoda hablar del tema, no pretende hacerle daño con todo esto. A ella no le apetece bromear ni que la piquen. Él la mira, aún no se ha girado. Se levanta en silencio y se acerca a ella, nota esa especie de tensión en el ambiente. Ella cierra los ojos.
-          ¿Lo quieres?
-          ¿Qué?
  Se encuentra con los ojos de él. Nunca se había parado a mirarlos, por lo menos, no tan de cerca. Son de un color extraño y brillan. ¿Azules? Guau, hipnotizan.
-           ¿Lo quieres? ¿Lo amas?
  Balbucea. Se siente ridícula. Tiene la impresión de estar desnuda delante de miles de personas.
-          No… - murmura por fin. Baja la mirada, un poco avergonzada.
-          Vaya, creí que nunca lo dirías – nota la impresión de ella y vuelve a abrir los ojos como platos -. ¿Sabes? Se nota que no lo quieres.
-          ¿En qué? – está entre indignada y curiosa.
-          No lo sé, simplemente, se nota. ¿Alguna vez has estado enamorada de verdad?
-          ¿Qué tiene eso que ver?
-          Contesta.
-          Sí, lo he estado.
-          Entonces, ¿por qué pierdes el tiempo con Chris?
  Vuelve a balbucear. La confunde. Llega y desordena todo lo que estaba ordenado en su interior, siempre lo hace. Ni sus pensamientos ni sus sentimientos saben a dónde dirigirse.
-          No me mires así – sonríe de una forma que nunca antes ella ha visto -, haces que me sienta culpable.
•••
  No, en el fondo no es tan malo, ni tan irritante, ni tan insoportable, hasta puede aguantar sin sacarla de quicio más de lo que creía. Además, piensa, ¿qué ganamos llevándonos tan mal? Se pregunta si de verdad se preocupa por ella o es simple curiosidad, como asegura. ¿Y realmente se ha fijado en si se notaba si quería a Chris o no? Nunca se ha propuesto esconder sus sentimientos y el no querer a alguien es un sentimiento más, pero habría que conocerla muy bien como para darse cuenta.
  Ha preparado espaguetis para cenar, los niños estarán encantados y Andrew… tendrá que aguantarse.
-          ¡Andrew! – escucha a Miguel gritar. Corre hacia él, sonriendo de oreja a oreja. Ella no se ha dado cuenta de que el niño había bajado las escaleras. Tanto él como su hermana adoran a su nuevo comensal.
-          Hola, chaval.
  Comienzan a hablar sobre fútbol. Miguel parece emocionado, él lo mira de forma entrañable. Sara se queda al margen pero está feliz.
-          ¿Te quedarás a cenar?
-          Claro, Grace me adora.
  Ella pone los ojos en blanco. Odia esa manía de llamarla Grace.
  Cenan. Ríen. Ven la película prometida, demasiado larga y llega el fin. Ella no sabe cómo ha llegado a recostarse encima de Andrew en el sofá sin que la tirase de un empujón.
  Sara se apoya en su hermano, al que se le cierran los ojos.
-          A la cama, venga, ya es tarde.
  Ni siquiera protestan, como habrían hecho cualquier otro día. Miguel camina cabizbajo y Sara lleva agarrado de una “mano” a su osito.
  Andrew está entre el sueño y la realidad. La agarra y no la deja salir.
-          Eeeh... – le susurra. Él abre un ojo. Adorable – tengo que llevar a los niños a la cama.
  Murmura algo por lo bajo y deja que la chica se vaya. Le sonríe, justo antes de ocupar todo el sofá en cuanto se levanta. Ella desaparece escaleras arriba.
  No es difícil dejar tranquilos a los críos entre las mantas. Apaga las luces y baja las escaleras intentando no hacer mucho ruido. Protesta en voz baja para que le deje un sitio a su lado. Ella hace como que no ve que hay otro sofá, a él no le importa tenerla cerca, le gusta poder oler el aroma de su pelo. Se pone de espaldas a él y nota cómo su brazo la rodea.
-          ¿No piensas volver a casa? – susurra. No intenta echarlo, ni que se vaya.
-          No. Esta noche toca que me cobije yo aquí.
  No pretenden dormirse, por lo menos ella, pero nada más encender la tele lo hace, sin darse ni cuenta.                                                                                                         
•••
  Abre los ojos lentamente, aún con el pesar de las horas de sueño. Se sorprende al verlo allí, aún habría esperado encontrar a Bruno y a su pelo rizado sobre la almohada. Pestañea, intentando no sentir nostalgia ni nada que se le parezca.
  Sin quererlo, peina el pelo de Andrew, mucho más claro que el que peinaba antes, en el que enredaba los dedos antes de precipitarse a por aquella boca. La quita cuando se mueve, no quiere, por nada del mundo, que la descubra con esa cara.
  Le da la espalda pero se arrima a él, buscando algo de calor, que sólo oyendo como el viento golpea las ventanas se enfría, aunque no es solo ese tipo de calor el que necesita.
  Él vuelve a pasar al brazo por la cintura de la muchacha como anoche en el sofá. Ella se pregunta si no se estará tomando demasiadas confianzas pero no hace nada por apartarse. Lo que no sabe es que está prácticamente despierto, que le gusta sentirla así de apacible.
  Ella se desliza con cuidado fuera de la cama. No recuerda cuál fue el momento exacto en que decidieron subir a la habitación antes que quedarse toda la noche en el sofá. Se pone una bata por encima del pijama con el que lleva puesto desde la tarde de ayer e intenta ser delicada al abrir la puerta.
  Andrew la sigue con la mirada sin que se dé cuenta.
-          Una noche movidita, ¿no? - Ella se sobresalta al oír la voz de Mateo. Se gira hacia él, frunciendo el ceño. Le hace un gesto para que baje la voz. La sonrisa cargada de malicia no se desvanece de la cara del chico – Creía que lo odiabas.
-          No ha pasado nada.
-          No intentes negarlo, es evidente. Mis padres también lo saben. Creo que a papá le gusta la idea de que vosotros dos… ya sabes.
-          Siento desilusionaros pero no ha pasado nada.
-          No seas cría, además se te nota que te va la marcha.
-          ¿Qué insinúas? – se indigna y es incapaz de controlar el tono de voz.
-          Yo no habría elegido el sofá, por lo menos no ese sofá pero…
  Da media vuelta, mientras pone los ojos en blanco. Vuelve a entrar en la habitación, no quiere seguir escuchándolo. Cuanto más lo niega más parecen empeñarse en que es verdad.
-          Despierta, bella durmiente – enciende las luces. Se sienta en la cama y lo zarandea -. La que has montado.
-          ¿Yo?
-          ¿Quién sino?
-          ¿Por qué? ¿Qué he hecho?
-          Toda la familia se piensa que ha pasado algo entre nosotros, sin olvidarnos de tu hermana. Enhorabuena, campeón.
  La mira, somnoliento. Se tapa con las mantas, intentando volver a dormirse.
-          ¿Y qué más dará? – suelta.



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