Pierdo el tiempo.

"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos"

Lovers

sábado, 13 de noviembre de 2010

segunda escena, décimo capítulo


  Le echa azúcar, porque sabe que todo le gusta dulce. Coge la taza con cuidado de no quemarse y un par de esos pequeños croissants que vio que ella picoteaba hace no mucho. Parece que desaparece dentro de esa enorme manta, con la sudadera de él puesta que ha cambiado por su ropa chorreante. Parece frágil. Parece que si abre la ventana se la llevará el viento y ella ni siquiera dirá nada.
  Eleva los ojos cuando él se acerca; todavía están llenos de esa mezcla oscura de nostalgia, tristeza y rabia. Le tiende la taza y ella la coge con suavidad, luego él se sienta a su lado, sin decir nada, sólo mirándola. Le tiende los croissants pero los rechaza. El cuerpo de la chica vuelve a desaparecer dentro de la enorme manta y apenas se asoman sus manos blancas aferrando la taza como si de verdad pesara una tonelada.
  El helado y el alcohol lo dejarán para más tarde, cuando ella deje de temblar de frío.
-          Me gustaría saber qué ha pasado. Me siento un poco perdido.
  Tarda en contestar. Sus ojos miran hacia algún punto en el suelo. Bebe.
-          Es Bruno.
  No se huele nada bueno.
-          ¿Es ese chico moreno que te fue a recoger al salir de clase? – ella asiente con la cabeza. -  ¿Qué pasa? ¿Habéis discutido?
-          Sí. Pero él… - traga saliva como si fuese una tortura cada palabra que dice - se ha ido, de nuevo.
  La nota debilitarse, la nota temblar y no de frío, nota como pestañea muy rápido tal vez para aguantar las lágrimas, nota todo y comprende.
-          Se ha ido de nuevo – repite, como si no acabase de creerlo -. Se ha ido de nuevo sin importarle una mierda que pase conmigo. Y yo he vuelto a confiar en él. Yo sí que soy gilipollas.
  Su voz es un hilo a punto de romperse. No aguanta y tiene que abrazarla. Y ella hunde la cara entre su hombro y su cuello.
-          ¿Cómo ha sido capaz? ¿Cómo se ha atrevido a volver a hacerlo? Viene, descoloca todo lo que por fin había logrado ordenar y se larga. ¿Y yo qué? Yo me siento como una idiota. Debía haber supuesto algo así, pero no, las ganas de quererlo eran demasiado fuertes, ¿sabes? Ansiaba tanto sus besos, sus brazos, poder verlo sonreírme...
-          ¿Pero por qué se ha ido?
-          Porque decía que tenía que irse. Quería llevarme con él, que viviésemos juntos en cualquier sitio pero no comprende lo que yo tengo aquí, que este es mi sitio ahora y que vive en un sueño si cree que podemos vivir juntos; ¿de dónde sacaremos el dinero? ¿Quiere que deje de estudiar para trabajar? No, no entiende mis sueños ni mis ganas de vivir; él sólo entiende su propia opinión. Sigue siendo tan egoísta como cuando yo me fui.
  Le acaricia el pelo. Nota su respiración en su cuello cuando habla, en una sensación agradable.
-          Esto es ridículo, ni siquiera sabes de qué estoy hablando – ríe amargamente, de repente parece que ha crecido unos treinta años.
-          Explícamelo si quieres.
-          Es demasiado largo.
-          Tengo todo el tiempo del mundo.
  Ella se aparta un poco de él, pero sin acabar de romper el contacto. Lo mira a los ojos y los encuentra de verdad interesados, de verdad preocupados. Se sienta estúpida, estúpida y dolida.
  Deja la taza en la mesita y vuelve a acurrucarse en el sofá.
-          No sé por dónde empezar.
-          Por el principio, ya te he dicho que tengo tiempo.
  No sabe cómo pero le cuenta todo. Cada detalle, sintiendo todavía el dolor de las vivencias, cómo queman aún los recuerdos. Habla de Bruno, de todo lo que solían ser y hacer, de cómo gastaban las tardes juntos, de los juegos estúpidos y las discusiones que acababan con reconciliación, de la forma especial en que él le cogía la mano, de los paseos andando y en coche. Habla de la beca, de la oportunidad que suponía para ella estudiar en un sitio como en el que ahora está, de sueños cumplidos y de la decisión de separarse. Retoma el tema de Bruno, de cómo él se negó a separarse de ella, de que prefirió dejarla cuando supo que ella se marcharía, de que le dieron igual sus sueños. Y luego llega a sus padres, al accidente de coche, al funeral al que no asistió, a las lágrimas, la angustia, la ayuda de todos menos de Bruno; llega a la parte más difícil cuando el mundo se descolocó, cuando todo perdió el sentido y supo que era entonces cuando tenía que marcharse.
-          Y entonces llegué aquí y Víctor no dudó en hacer el papel de padre. Yo sentía que si llegase a desaparecer nadie se daría cuenta. Fue un golpe tras otro, y lo que más me dolió, hablando de Bruno, creo que no fue la ruptura, sino que no moviera un dedo por mí cuando lo pasé mal, que ni siquiera me mandase un mensaje ni le preguntase a nadie qué tal estaba – nota cómo la voz se le quiebra, cómo de verdad le duele; es desgarrador -. Yo habría estado para él si nuestros puestos se hubiesen intercambiado y fuese él el que pasara por algo así; habría sido la primera en ofrecerle una mano… y, sin embargo, él no hizo nada… nada.
  Ella no quiere mirarlo, baja la mirada como al principio.
  Andrew no sabe qué decir. Sólo siente una inmensa rabia por lo que él ha causado.
-          Y, de repente – prosigue la chica -, vuelve, como si nunca hubiese pasado nada. Yo voy y confío en él, y no pienso en las consecuencias, en lo que pasará después; y de nuevo golpe, de nuevo la misma historia que se repite. Soy idiota.
  Silencio. Las paredes ansían movimiento y ellos sólo se miran.
-          Es difícil no meter la pata en este momento – murmura él – pero, ¿sabes? Es el momento de poner la película y que te olvides de ese idiota. Carpe diem, la vida es corta, no pierdas el tiempo pensando en alguien que no ha pensado en ti cuando lo necesitabas.

2 comentarios:

m▲ite dijo...

Me encanta el blog !
Te sigo :)
Te pasas por el mío ?

www.memyselfaandi.blogspot.com ^__^

Aaron dijo...

Que abandonado tenia esto! por fin le di otro toque de color al blog! :D