Andrew mira el número de teléfono en la pantalla del teléfono de móvil, ya ha sonado antes y duda en si lo cogerá esta vez. Le repatea pensar en que sólo se atreve a hablarle por teléfono; le repatea la cobardía.
Sí, es su padre pero no su dueño. Él tiene derecho a elegir qué es lo que quiere hacer en su vida, al fin y al cabo, es su vida y la de nadie más. Está cansado de oír todo eso de que su padre lo hace por su bien; le da igual por qué lo haga. Está cansado de las discusiones y de su madre intentando hacer que le dé la razón a su padre. Está cansado de aguantarse. ¿Qué pasa con lo que él quiere?
Mira el número una vez más, dudando.
Tira la guitarra encima de la cama y se pasa las manos por el pelo, echándolo hacia atrás. Está cansado… cansado de todo. Piensa de nuevo en lo que supondría descolgar y se da cuenta de que no sabría qué decir, no quiere ceder de nuevo.
El teléfono para de sonar y de hacer ese ruido horrible al vibrar contra la mesilla. Silencio y una especie de remordimiento, que lo hace débil.
Se levanta. Abre la ventana y se apoya en el alféizar. La calle está vacía y luce el mismo gris de siempre, en ese barrio todo parece gris, incluso uno mismo cuando se involucra en él.
Escucha a su compañero de piso cantando, con la música muy alta. Se siente ridículo, no sabe qué está haciendo viviendo con un extraño. Se siente ridículo por muchísimas cosas y todo parece perder el sentido.
Necesita despejarse.
2 comentarios:
Me gusta tu blog, te sigo!
Yo acabo de abrir el mio, espero que si te gusta hagas lo mismo, muá!
Oh me encanta... te seguiré ^^
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