Pierdo el tiempo.

"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos"

Lovers

domingo, 12 de septiembre de 2010

Primera escena, capítulo 7

  Está otra vez en su coche y otra vez se inunda de su olor. La ve de reojo, mira por la ventana, seguro que pensando. Él no sabe qué decir. La música es lo único que rompe el silencio. Le habría gustado que ella hablara a borbotones, como hacía cuando estaba emocionada, y le contara cómo va su vida, cómo marcha todo pero ella no habla, ni parece que vaya a hacerlo.
-          ¿Qué piensas? – le pregunta.
  Ella se encoje de hombros, simplemente. Él vuelve a quedarse sin qué decir.
-          ¿De verdad me echabas de menos? – contesta de pronto, sin mirarlo.
-          Claro – murmura y lo recorre una especie de remordimiento. Luego, algo lo empuja a contarle todo -, creo que me habría vuelto completamente loco de haberme quedado sin verte. Empezaba a encontrarte en todos sitios: en las canciones, en los bares, en la ropa de las chicas, en los cuadros, en cada película y cada historia que me contaban, en la playa, en los árboles, en las cajas de bombones, en los ramos de flores…; te habías convertido en una especie de espejismo que era incapaz de borrar, incluso… incluso podría pasar a catalogarte de “pesadilla” y no de “sueño”.
  Se para. La mira de reojo. Ella parece atenta, interesada, hasta conmovida; ha dejado de ver por la ventanilla. Le brillan los ojos, pero no hay lágrimas.
-          Un día desperté y sentí que tenía que hacer algo, así que, poco después, cogí el coche y me largué. Y ahora estoy aquí y me siento… madre mía, no sé cómo me siento. Te veo ahí, acribillándome con esos ojos, y es como si un bate de béisbol me golpease en el estómago. No me imaginaba que esto sería así.
-          Bruno, fuiste tú el que me hizo elegir y el que decía que la distancia hace el olvido. Mentiría si dijese que he parado de quererte o que yo no te he echado de menos. Hay algo dentro de mí que se debate entre la emoción de verte y el dolor de recordarte, pero creo que el dolor es lo que se sobrepone.
  Es ella quien se para esta vez. Él niega lentamente con la cabeza, dice un mudo “lo siento” porque no soporta pensar que le ha causado tanto daño como parece.
-          Me recuerdas que no te he superado – prosigue -, ni a ti ni a todos los recuerdos que traes. Has hecho añicos todo lo que había construido hasta ahora. ¿Y ahora qué? ¿Cómo tengo que actuar: he de tirarme a tus brazos o he de reprocharte lo que estás haciendo conmigo? Fíjate, estamos de nuevo en este mismo coche… discutiendo.
-          Sí, discutimos cuando las cosas podrían haberse solucionado, cuando ahora podríamos estar amándonos.
-          ¿Amándonos? ¿En dónde, Bruno, en dónde?
-          ¡En cualquier sitio!
-          ¡No! ¡No ahora! No cuando te importaron una mierda mis sueños, ¡mi vida entera! A mí también me habría gustado que las cosas hubiesen sido fáciles, sencillas, y que nunca hubiésemos tenido que separarnos porque no sabes, no tienes ni idea de lo que fue para mí dejarte… y todo lo que vino después.
-          Lo siento, siento haberte hecho elegir; siento todo el dolor que te he causado y siento… siento haberte dejado marchar sin hacer nada, rindiéndome. Perdona por haber sido egoísta pero es que eclipsas todo lo que pueda ver, llegó un momento en que la necesidad de tenerte era tan, tan grande que no entendía cómo podías dejarme allí plantado si es que tú sentías lo mismo; yo nunca habría podido alejarme de ti por voluntad propia.
  Para el coche. Ella mira la casa y luego sigue pensando por lo que él supone que debe de haber acertado con la dirección.
  Siente que sólo hay caos donde antes había un universo.
-          Esto es de locos… - se ha ablandado. Ya no puede discutir; es uno de esos momentos en los que la rabia la recorre pero a la vez siente que con sólo una caricia habría caído rendida. No quiere que le vea la cara – no puedes llegar y pretender encontrarte las cosas tal y como estaban cuando las dejaste, no puedes, Bruno.
  Y pasa. Entonces es cuando pasa, tal y como había previsto. Él le coge la mano por segunda vez. Ella siente que en su interior se blande una batalla y que ha perdido, todos sus esfuerzos se van por la borda.
  Pasa sin darse cuenta, como si la hubiesen teletransportado. No es consciente del error y a la vez se maldice a sí misma. No recuerda el sabor de sus labios y a la vez siente que nunca ha dejado de besarlos.

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