Oh, para qué mentirte, aquel día estabas
espectacular, llevabas puesta esa mirada de esperanza y esa sonrisa de ‘posdata:
estaré siempre aquí’. Estabas tan, tan, tan… tan tú, con ese espectáculo de
luces en tu sonrisa, con esas manos que pintaban sueños, con esa canción de
fondo que me recordaba que para qué queremos banda sonora si me hablas -y me
hablabas riendo, además, mirando a los lados como haces tantas veces y bajando
la cara como para que no te vea, sin saber que no hay mejor espectáculo que el
de verte reír-, estabas tan tú que se me escapaban las palabras, entre los
dedos, como el agua, como el tiempo, como los suspiros, como los recuerdos.
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