Y entonces me dijiste que escribiera lo nuestro, que hiciese eso que suena a poesía, que cuando yo estaba dentro de la historia era fácil conseguirlo. Me miraste con los ojos llenos de sol, de helado, de palabras que vuelan entre la brisa que entra por la ventana y noches entre sábanas que huelen a mar. Me sonreíste, me acercaste a ti, rodeándome con los brazos –esos que me obligaban a pegarme a ti mientras esperábamos a que la cena estuviese lista-, te acercaste a mi oído y dijiste que hablase de ti, de mí, de lo posible, de lo imposible, de cambiar piezas, de hacer puzles.
2 comentarios:
Es un texto precioso...
Cada día te superas, San :)
P.
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