Bueno, no sé si lo sabes pero no sólo añoraba tu nombre, decirlo y que te giraras con esa sonrisa sincera que me haría caer muerta. Añoraba a tus ojos oscuros, que parecía que me leían el pensamiento - y eso que al principio me había sentido molesta cuando me miraban, como si estuviese desnuda delante de la prensa-, la forma en que la luz bailaba en ellos, lo profundos que se volvían cuando tocaba un tema serio, cómo se llenaban de recuerdos, de lluvia, de helados, de escapadas. Añoraba a tus manos, un tanto ásperas, a saber de qué, y lo frías que parecían incluso en verano, añoraba cómo me tocaban y cómo me aferraban al pasear por la ciudad. Añoraba a tus brazos y a tu pecho, que me parecían el lugar magnífico donde encontrar cariño y refugiarme. Añoraba el cómo dabas los abrazos, estrechándome contra ti y hundiendo la cara en mi pelo para luego decirme que olía como a fruta y darme un beso, de esos que cambian de fresa a limón y conozco en todos los formatos.
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