Escucha el ruido de los tacones antes de verla. Se gira lentamente. No puede ser otra, sólo ella camina así, como creando música a cada paso. Y no se equivoca, allí están esos labios pintados de rojo. Se apoya en la pared y cruza las piernas.
Sus compañeros la inspeccionan con la mirada. Le sonríen. No la conocen de nada pero lo han visto con ella varias veces.
Él deja la funda de la guitarra a un lado y la mira, sonriendo, también, pero de otra forma. Se acerca a ella en silencio, con los ojos nadando en los suyos.
- Querrás que te lleve a casa.
- No me importaría.
- En cuanto acabe de recoger, nos marchamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario