Pierdo el tiempo.

"Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos"

Lovers

lunes, 4 de octubre de 2010

Cuarta escena, octavo capítulo.


  A ella la semana se le escapa de las manos. Es Bruno a todas horas. Es como recuperar el pasado pero sin el pasado. Es volver a estar en su coche, en sus brazos, verse reflejada en sus ojos. Es una marea de besos, abrazos, de recuerdos y palabras bonitas. Es emborracharse a base de él sin otro efecto que no sea volver a enamorarse, más bien, recordar por qué se había enamorado de él pero, ¿cómo no va a alguien a enamorarse cuando con una sonrisa él es capaz de llenar todos los vacíos, de darle color a cualquier oscuridad?
  Vuelve a cogerle la mano, pero esta vez sin querer pensar en el futuro, en lo que pasará. Vuelve a verse reflejada en sus ojos, que le cuentan todo lo que podrían haber sido y no son. Vuelve a tumbarse en su pecho para escuchar su corazón y a intentar acompasar su respiración con la de él. Vuelven los juegos estúpidos, las bromas y las cosquillas hasta suplicar clemencia. 
  Víctor no la entiende y al principio se enfada cuando lo trae a dormir a casa sin avisar; luego se da cuenta de que a la chica los ojos nunca le han brillado tanto y se resigna, incluso esboza una media sonrisa cuando ve cómo le coge la mano.
  A Mateo no le hace gracia que ella pueda llevar a su novio a casa y que él no pueda traer nunca a alguna de sus chicas.
  Claudia no acaba de creerlo. Ella siempre se ha mostrado bastante reacia a hablar de su pasado, por eso no puede decir que le ha mentido pero Graciela nunca le había contado nada de amores pasados y se sorprende del efecto que el chico causa en ella. La ve poco, pero bien, muy bien, con más luz que nunca (esa luz que parece causar un halo de alegría a su alrededor). Claudia sonríe, con envidia sana, deseando haber amado alguna vez de esa forma y preguntándose si algún día llegará a sentir algo así.
  Chris también la ve, también se entera de que el chico que la recogió es su antiguo novio. No sabe qué pensar, se encuentra un poco confuso, no entiende cómo Graciela ha podido salir con él cuando todavía estaba enamorada de ese chico, porque está seguro de que no pudo olvidarse y luego volver a enamorarse de esa forma magnánima. También tiene envidia y le es inevitable escrutarlos con la mirada las contadas veces que los ve, siempre llenos de sonrisas. Se pregunta si algún día ella podría haber sentido algo así por él; luego se acuerda de aquellas palabras por su parte y la boca se le vuelve amarga.
  A Bruno le parece más estar viviendo un sueño que la realidad. Ella, de nuevo, después de añorarla lo inimaginable. Otra vez su cabeza que se apoya entre su hombro y su cuello, dejando el cabello tan cerca de su cara que puede embriagarse con el olor de su melena; agarrar su cintura para estrecharla contra él; cogerle la mano con fuerza; escucharla respirar muy cerca de su oído. Es el ser más dulce del mundo.

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